por Eva Aguilera
En la película “Sacrificio”, de Tarkovsky
una casa se consume en el fuego.
De espaldas esa casa tiene el mar
y un cielo de mañana gris y frío.
A la casa la rodean charcos, barro,
algunos árboles que también se encienden.
En esa escena un hombre corre
y no puede acercarse, grita, llora.
Cuatro personas más lo auxilian
pero cae derrotado de rodillas.
Es una escena intensa que excede la tristeza
y sobre ella se yergue todo el film:
esa insistencia de hablar sobre cenizas,
tejer la red para atrapar la sombra,
ir descalzo en el agua y desnudo,
buscar el techo de un hogar que no existe.
(*): Ambas poesías forman parte del próximo libro “Una casa no arde sola”.